El primer impulso para que desde la Obra de Jesús se dieran los Ejercicios Espirituales de san Ignacio surgió de la colaboración con Pura del que fue su primer director espiritual y apoyo inestimable en los tiempos de la fundación: el P. Joaquín Ruiz de Castro, S. J. A él debemos gran parte del valioso material oral y escrito con el que se han ido formando los que, en cada momento, han ido dirigiendo los Ejercicios Espirituales. En 1972 vio la luz el legado espiritual más trascendente de este querido jesuita hacía la Obra de Jesús: la impresión de un comentario al “librito de San Ignacio” dividido en documentos que desgranaban los Ejercicios según la Anotación 19ª. Lo prologaba el P. José Antonio de Aldama, S. J.:

 «Estas páginas se han escrito teniendo siempre ante los ojos y llevando siempre en el corazón la Obra de Jesús... A través de sus enseñanzas y de su doctrina meditada se irá verificando en el futuro la conjunción fecunda de la llamada divina a la santificación seglar con el deseo humano suscitado por la gracia al calor de la oración y a la exigencia de la reflexión reposada».

Con la conformidad del entonces General de la Compañía, se dio inicio a una labor apostólica que se fue consolidando. Al poco tiempo se sumaría, por un lado, la colaboración del mismo P. Aldama y, por otro, cursillos y consejos del P. Manuel Ruiz Jurado, S. J., con quien hemos podido iniciarnos en la práctica del mes ignaciano. Todos estos padres de la Compañía de Jesús han sido estímulo constante para los miembros de la Obra de Jesús, seglares a cuyas modestas manos se ha confiado este inmerecido servicio.